Antes de despertar,
aún envuelto por el olor de tu cuerpo caliente, pude ver
La mezquita, ese desierto que casi termina con mis deseos y mi aliento, también el árbol, la esposa y los hijos,
y esa silla y también los restos de mis rodillas y esos líquidos que largan los tejidos cuando se derriten sobre la tierra de tanto caminar,
y el cielo tan verde y húmedo
y luego cerré los ojos
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